Friday, April 30, 2010

UN MANOJO DE ANIVERSARIOS



Las palabras, que se esconden:


(Del lat. vulg. manucŭlus).
1. m. Haz pequeño de cosas que se puede coger con la mano.


(Del lat. facĭes).
3. f. Bot. Cara superior de la hoja, normalmente más brillante y lisa, y con nervadura menos patente que en la cara inferior o envés.


(Del lat. inversum).
2. m. coloq. espalda (‖ parte posterior del cuerpo).


4. m. Lo que allí se escribe.


(Del lat. illic).
4. adv. t. Entonces, en tal ocasión.

--crg

Thursday, April 29, 2010

YET WE INSIST THAT LIFE IS FULL OF HAPPY CHANCE



The windows were open and the morning air was, by the smell of lilac and some darker flowering shrub, filled with the brown and chirping trills of birds. As they are if you could have nothing but quiet and shouting. Arts, also, are links. I picture an idea at the moment I come to it, our collision. Once for a time, anyone might have been luck's child. Even rain didn't spoil the barbecue, in the backyard behind a polished traffic, through a landscape, along a shore. Freedom then, liberation later. She came to babysit for us in those troubled years directly from the riots, and she said that she dreamed of the day when she would gun down everyone in the financial district. That single telephone is only one hair on the brontosaurus. The coffee drinkers answered ecstatically. If your dog stays out of the room, you get the fleas. In the lull, activity drops. I'm seldom in my dreams without my children. My daughter told me that at some time in school she had learned to think of a poet as a person seated on an iceberg and melting through it. It is a poetry of certainty. In the distance, down the street, the practicing soprano belts the breeze. As for we who "love to be astonished," money makes money, luck makes luck. Moves forward, drives on. Class background not landscape--still here and there in 1969 I could feel the scope of collectivity. It was the present time for a little while, and not so new as we thought then, the present always after war. Ever since it has been hard for me to share my time. yellow of that sad room was again the yellow of naps, where she waited, restless, faithless, for more days. They say that the alternative for the bourgeoisie was gullibility. Call it water and dogs. Reason looks for two, then arranges it from there. But can one imagine a madman in love. Goodbye; enough that was good. There was a pause, a rose, something on paper. I may balk but I won't recede. Because desire is always embarrassing. At the beach, with a fresh flush. The child looks out. The berries are kept in the brambles, on wires on reserve for the birds. At a distance, the sun is small. There was no proper Christmas after he died. That triumphant blizzard had brought the city to its knees. I am a stranger to the little girl I was, and more--more strange. But many facts about a life should be left out, they are easily replaced. One sits in a cloven space. Patterns promote an outward likeness, between little white silences. The big trees catch all the moisture from what seems like a dry night. Reflections don't make shade, but shadows are, and do. In order to understand the nature of the collision, one must know something of the nature of the motions involved--that is, a history. He looked at me and smiled and did not look away, and thus a friendship became erotic. Luck was rid of its clover.

Lyn Hejinian, My life.

--crg
LYN HEJINIAN EN TIJUANA POR PRIMERA VEZ



Ayer leyó en UCSD y hoy, directo de San Francisco San Diego, Lyn cruza la frontera para leer por primera vez en Tijuana. No te la pierdas. La cita es en Segundo Mundo a la misma hora: 7:00 pm. Las traducciones al español en voz de Gidi Loza y Amaranta Caballero.

Todos quedan cordialmente invitados. --crg

Wednesday, April 28, 2010

ANTONIO RAMOS EN TIJUANA



Es parte del programazo que preparamos para abril. Abril casi se termina, pero no sin que Antonio Ramos--narrador regimontano, editor de Jus, compa bien acá--deje su marca en la frontera.

La lectura es a las 7:00 en el Segundo Mundo (entre 6a y Constitución). Nos vemos por allá, puesn.

--crg

Tuesday, April 27, 2010

LA ANSEXTONIZACIÓN DE LA LITERATURA MEXICANA

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

No fue hace mucho en realidad que el medio literario se debatía entre otorgar o no el estatus de literario a obras que se realizaban, y esto sin ambages, alrededor del yo. Todavía no estaba de moda lo autobiográfico y faltaba algo de tiempo para que el non-fiction estableciera su reinado a través de los variados usos de plataforma 2.0. En América Latina, por ejemplo, el debate se llevó a cabo a través de la así llamada literatura testimonial que, desde un inicio, se movió hacia la izquierda y se alió con las que ahora llamaríamos subjetividades subalternas: mujeres, indios, negros, niños, gays y queers. En Estados Unidos sus representantes más explícitos fueron a menudo minorías y mujeres. La poeta Anne Sexton reinó sin lugar a dudas sobre todos ellos en sus orígenes con una poesía eminentemente confesional donde los rastros de su vida física y psicológica eran evidentes. El status quo en todo caso veneraba la tercera persona del singular —el objetivo él o ella detrás del cual quedaba oculta la historia personal— y aducía que la primera persona —el subjetivo yo que mostraba y se mostraba en cada historia— exhibía una relación primeriza si no es que torpe o, peor aún, nula con el lenguaje. Resultaba común oír entonces, y esto como un argumento en no pocas ocasiones académico, que las distintas narrativas del yo —de la confesión al testimonio, de la autobiografía al diario— le restaban valor a lo literario o no alcanzaban el valor de lo literario, como si lo literario hubiera sido o fuera una forma de plusvalía, un valor añadido a fuerza de esdrújulas y citas cultas. El hecho de que mucha de esta literatura fuera escrita por hombres y mujeres pobres o raros, con tonos de tez oscura y sexualidades diversas que, además, tomaban la pluma, o el teclado, sin el amparo del pedigree de las distintas élites hizo que la causa se volviera, desde un inicio, polémica. ¿El yo? Puaf. Asunto de mujeres o iletrados. Último recurso de la chabacanería. Materia prima, si acaso. Sentimentalismo. Experiencia en bruto y bruta. Inocencia. Next.

Les cuento, por supuesto, de otro mundo. Era otro siglo. La gente mandaba cartas en hojas manuscritas y utilizaba la lengua para humedecer los timbres postales. Si tenía prisa, esa misma gente enviaba telegramas: 30 palabras de no más de 10 caracteres por texto. Oulipo eterno. Todavía no existían los teléfonos celulares y el servicio de Telmex, tan malo entonces como ahora, ciertas cosas no cambian nunca, reducía el número de aparatos a unos cuantos por cuadra. Nos comunicábamos, todo parecía indicarlo así, a través de una forma ancestral aunque efectiva de telepatía. Llovía a sus horas y en el verano. Paz estaba vivo todavía. Nadie menor de 40 publicaba en Fondo de Cultura Económica y pocos en realidad podían atravesar sus puertas. Los que nacíamos en provincia nos íbamos al DF para poder estudiar o cotorrear, como entonces se decía, a gusto. Unos cuantos editores decidían qué y cómo y cuándo se publicaba en el país.

Bueno, el tiempo pasó, como dicen los narradores. Yo me resistí a todo, pero igual caí en todo: del blog al Twitter, pasando por el celular. Me convertí, y esto lo digo con gusto, en una integrante más de esas hordas que tomaron a la pantalla por asalto y se saltaron, no sin una risilla cómplice, las viejas jerarquías. Como todos los que han hecho de la plataforma 2.0 su casa, también caí en el yo. El yo del non-fiction. El yo que, siendo a de veras, es como siempre una invención. Y viceversa. Hasta llegué a armar talleres sobre la novela de lo cotidiano —que no era otra cosa más que la aplicación de los principios del blog al papel. La materia de la novela es la materia de todos los días, dije en no pocas ocasiones. Lo que hace la estructura de la novela es filtrar.

El caso es que mientras caía con gusto y gracia en las jornadas disímbolas del alfabeto del yo, me fui dando que los compañeros de viaje no sólo iban en aumento sino que también empezaban a ser distintos. Enrique Serna, que había escrito al menos dos novelas históricas con gran aceptación de la crítica y el público lector, incluyó un capítulo personalísimo en Fruta Verde, su libro todavía más reciente. Xavier Velasco publicó Este que ves, en cuya portada decidió colocar un óleo que, según creo recordar, colgaba en las paredes de su casa paterna. Jorge Volpi escribió unas memorias a las que intituló El jardín devastado. Y, más recientemente todavía, Rafael Pérez Gay entregó un libro híbrido, un libro que me atrevería a calificar de experimental, en el que yuxtapone con acierto la crónica, la investigación histórica, el relato de viajes e, incluso, acaso sobre todo, el relato íntimo. Es un libro que, justo como la vejez que persigue amorosamente y atestigua con rigor, dubita y tiembla. Cosa viva. Letras como honda y como piedras. En Nos acompañan los muertos, Rafael Pérez Gay es Rafael Pérez Gay (o ese es el juego en todo caso) y, cuando se echa a llorar, al lector le quedan pocas alternativas además de echarse a llorar con él.

Todo parecería indicar que los autores más diversos hacen ahora lo que la filósofa argentina, Sibilia, argumentaba que hacen los no-autores de la era digital: una extraña pero sugerente combinación entre el culto a la personalidad y una noción alterdirigida del yo dentro de un régimen de visibilidad total ha provocado que cientos de miles de seres poshumanos se lancen a transmitir mensajes escritos sobre lo que les acontece en ese justo y pompéyico instante a través de las distintas posibilidades que ofrece el soporte Web 2.0. Y, en el proceso, pasa lo que tenía que pasar: hombres y mujeres, raros o no, subalternos o no, descubren, o reclaman, que tienen un yo y que ese yo también tiene una historia —personal, íntima, con frecuencia sentimental— que contar y, naturalmente, la cuentan. Estamos presenciando, y digo esto con profunda seriedad, la annesextonización de la literatura mexicana. Interesante resulta por supuesto que, ahora que el yo es masculino, los debates alrededor del valor literario de estos libros pasen por otro tamiz. Es otra época, en efecto. Las reglas, aunque poco pero por fortuna, van cambiando. ¿Mi veredicto? Si el asalto a la primera persona del singular se sigue dando como en los cuatro libros citados arriba, yo los seguiré leyendo.

--crg

Sunday, April 25, 2010

!BRAVA!



Tenía tiempo esperando una narradora así: valiente, claridosa, desmarcada, ella misma. Hay que leer a Orfa Alarcón y su Perra Brava. Sin duda. Les debo la reseña, pero me ganó la emoción luego de la lectura. Sospecho que algo debe tener el agua de Minnesota, pero va: así sí vale la pena iniciar la semana.

Por cierto, Orfa Alarcón será parte de una mesa de cuentuiteros en el Encuentro de Cuentistas que se celebrará en León, Guanajuato, del 19 al 20 de Mayo. Esperen más noticias pronto.

--crg

Saturday, April 24, 2010

MANY BLOCKS OF SENTENCES MAKE A NICE CASTLE



In the gap between what one wants to say (or what one perceives there is to say) and what one can say (what is sayable), words provide for a collaboration and desertion. Lyn Hejinian.

You can go on saying but you can never recover the pattern of small roses not even in the pattern of small roses. That´s the crack in the sidewalk you turned into a shape. So drop it. The window needs to be fixed; it´s gaping. Neurath decided any anchor. We have to stand somewhere. Repairs must be made afloat. Feeling of impending disaster: he liked detective novels and puzzles too. I scrabbled my name into your book. It became my life. That´s the beauty of it. RIddles are much heavier than tea leaves because they make points of intersection: ask and answer. We are not forgetting the patience of the mad, their love of detail. When you way it like that I cannot know if I am really knowing. There are socks in the underwear drawer. Who can argue with that? Our mothers were both in the kitchen clanging pots, standing back to back so I could measure who was taller. Astigmatism makes me see double. Disaster in the bathtub: contained waves, small splinters of wood drift around you as you move. My life doesn´t make sense. There are always elaborate coffee grounds at the bottom. I thought of liver, kidneys and lungs as drying fruit. My autobiography unravels there. Only forty-five years. What happens at the end of the book? Tomorrow I won´t speak. I´ll walk everywhere and barefoot. If I can´t walk, I´ll swim. If I can´t swim, I´ll crouch pressing one hand into the dirt to steady myself. With the other, I´ll gather twigs.

Kate Hall, "Variations on a Theme by Lyn Hejinian", in The Certainty Dream, 13.

--crg

Friday, April 23, 2010

YOU GATHER YOUR SMALL THINGS


Fotografía de Orfa Alarcón, en un lugar cuyo nombre no diremos jamás.


you have felt the world shrinking/ all this time you/ feel yourself growing into it you/ let yourself be the shape of it yes/ you are in the graveyard yes/ it has gone too far the sky/ has turned/ into a replica of your mouth/ and you are about to swallow/ the whole world with you/ in it you know/ it was meant for you/ when you dance with it/ in the street you let it/ lead and it takes your wrist/ your hip ever so delicately your hip/ you gather your small things/ you have felt it coming/ all this time you/ have nothing to call it yes/ you are in the bus station with/ everything spread against the cold floor/ yes you are scratching against the place/ where no thing is yes you are

Kate Hall, "dream in which the dream is scaled to size" in The Certainty Dream

--crg

Thursday, April 22, 2010

METROPOLIS BLEU

12e Festival Littéraire International de Montreal

Jeudi 22 avril 21h00
Soirée de Poésie Internationale
Multilingual readings: Peter Balakian, Kate Hall, Catherine Lalonde, Cristina Rivera Garza, Hossein Sharang

Vendredi 23 abril 20h15
Metropolis Azul: Latin American Fiction after the Boom
Horacio Castellanos Moya y Cristina Rivera Garza

Samedi 24 avril 20h00
Reading
Cristina Rivera Garza

Nos vemos también por estas tierras!

--crg

Tuesday, April 20, 2010

LA GUERRA QUE PERDIMOS II

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]


Otra manera de desmitificar la auto-agrandada imagen que el narco tiene de sí mismo es cuestionar su alianza, tanto material como cultural, con las clases más desposeídas de nuestro país. Su buscada adhesión a las clases populares se confirmó de inmediato al perfilarse como una especie ingrata de campesino contemporáneo: Zambada no sólo declaró ser un “hijo del monte”, sino que también habló, cual le corresponde, de la tierra y del cielo, con agradecimiento respeto a la primera y desconfianza en relación al segundo. De hecho, hacia el final de la entrevista aceptó que se dedicaba a “la agricultura y la ganadería”. Pero ni Zambada ni Calderón mencionan lo obvio: que estos negocios agrícolas son grandes emporios globalizados y que, a pesar de designarla como mera “tontería”, la fortuna de El Chapo sí está en las listas de Forbes. Lejos están de “la gente del monte” tanto los Jefes de Jefes como los otros miles de empresarios que ocultan sus nombres y las fortunas que han ido amasando en sus conexiones con el narcotráfico. Gente del post-monte en todo caso y, a juzgar por el golpe mediático, aguzados lectores de las formas populares de la comunicación contemporánea: el narco. Neo-campiranos. Aspirantes a dueños de la aldea, ciertamente, global. Es evidente que mientras no se despenalice el consumo de drogas, es decir, mientras haya Jefe de Jefes y Empresarios Oscuros que acumulen dinero, y mucho, con ellas, este negocio no desaparecerá.

Cuando Zambada explicó que había escapado del Ejército en algunas ocasiones gracias a su conocimiento del terreno también hizo alianzas, metafóricas y no, con tradiciones guerrilleras campesinas que están en el corazón mismo de la historia de México, y más allá. Su crítica a las atrocidades que comete el Ejército mexicano (justo cuando el mismo ejército parece estar saliendo de Ciudad Juárez), sin duda intentaba crear una empatía con los dolientes contemporáneos. Evitó mencionar, por supuesto, las atrocidades propias del narco, las cuales han marcado escenarios urbanos y rurales por igual en los últimos años. Y pudo evitar mencionarlo porque, por lo que se deduce de las pocas palabras que le dijo a Scherer, Zambada sigue pensando que, a diferencia del Ejército, el narco sólo ejerce la revancha o en todo caso la violencia con sus pares. Y nosotros, los que ya somos cada vez menos Nosotros, así, autoprotegidos en un pronombre con muros, sabemos bien que eso no es cierto. Las masacres contra estudiantes en Ciudad Juárez y en Monterrey son un alarmante recordatorio, entre otros tantos que se pierden en las páginas interiores de la prensa local o que no abandonan el sonido bajo del rumor, que la honorabilidad del narco, si la hubo, es cosa del pasado. No habrá que olvidar tampoco las continuas masacres dentro de los penales más diversos. Todos ellos, en las escuelas o en las prisiones, son parte de ese 23% de ejecutados que tienen menos de 23 años. Frente a sus sicarios de hoy todos somos vulnerables. Todos somos víctimas potenciales de sus atrocidades.

Como los anónimos mensajeros que dejaron, en mayúsculas, un texto en la sección de comentarios de MILENIO de Tampico, la definición de pueblo en el discurso de Zambada va acompañada, explícita o implícitamente, de la palabra subordinación. Y en esto, como en su manera de aliarse cultural y materialmente con las muy diversas clases desposeídas, Zambada emula los mejores tiempos del PRI. Recuérdese que la incorporación de trabajadores y campesinos al aparato del Estado fue, desde el inicio, altamente selectiva: se dejó entrar a los que capitulaban, como los sindicatos que luego formaron la CTM, pero se descartaron a los independientes y a los anarquistas. Pueblo y subordinación constituyen un pleonasmo en ese léxico. En el mayúsculo texto (lo digo por el uso de las mismas así como también por su extensión), los anónimos anunciaban, por ejemplo, un toque de queda y, al mismo tiempo, prometían la protección consabida para el pueblo, y no así para la “gente que no”. ¿Cuál “gente que no”? La definición se sigue casi con naturalidad, es una frase de uso popular, al final de la oración cortada: la gente que no está con ellos. “Somos Tamaulipas”, escribieron varias veces. Insistiendo. Lo cierto fue que la gente no salió de sus casas. Lo cierto es que “la gente que no” puede ser más numerosa que “la gente que sí”. Lo cierto es que hay una posibilidad de que ellos no sean Tamaulipas.

Si a todo esto se le agrega la figura imponente, jovial incluso, que colocó el brazo derecho sobre el hombro cansado del viejo periodista mientras retaba, y esto no sin orgullo, a la cámara, es entendible que nosotros, todos nosotros, los nosotros en plena minúscula, hayamos perdido la guerra que nunca quisimos. La ecuación es fácil: frente a gente como Zambada, atento a los discursos públicos y el sentir popular, manipulador de nociones de masculinidad que parecen empatar a la perfección con machismos seculares, se encuentra gente como Calderón, incapaz de crear lazos, ni siquiera retóricos, con las mayorías dolientes. Encerrado en una torre de marfil de la que sólo sale, y eso a veces, para regañar la mala conducta del respetable, autista de la política (esto va con disculpa incluida para todos los autistas y los familiares de los autistas, por favor), a Calderón le ha importado más su legitimidad abstracta que su trabajo. ¿Cómo comparar a un hombre que retóricamente al menos habla de “llorar” a un hijo frente a otro que fue incapaz de escuchar, ya no digamos conmoverse, frente al dolor de una madre que acababa de perder a dos de los suyos debido a la violencia desatada por ese otro que se dice llorar por el propio? No olvidemos, por favor, a doña Luz María Dávila, Villas de Salvárcar, Ciudad Juárez, Chihuahua, madre de Marcos y José Luis Piña Dávila de 19 y 17 años de edad. Incapaces de abrazar, y digo esto en el más amplio sentido de la palabra, tanto Calderón como su esposa defraudan y, con razón, encolerizan. Incapaces ambos de moverse de sus asientos y de salirse de protocolo. Si ya tuvieron la desfachatez de iniciar una guerra que no pedimos ni apoyamos, no estaría de más tener el valor de asumir las consecuencias de sus actos y, al menos, parpadear. Porque el narco, al menos a nivel popular, no sólo va ganando por dinero (los sueldos de los aprendices de sicarios no son tan altos como uno pudiera llegar a imaginarse), el narco va ganando también porque, como dijo la periodista Gabriel Warketin en un muy buen artículo publicado en El País, en la foto que se tomaron Scherer y Zambada todos, pero todos de verdad, nos vimos ahí. Desconcertados, cariacontecidos, tomados por sorpresa, afirmados o negados, pero todos ahí.

Coda: este 5 de junio esperamos una decisión de la Corte sobre los culpables de la injustificada y atroz muerte de 49 niños sonorenses. Si Calderón tuviera a bien preocuparse más por su trabajo y menos por su abstracta legitimidad podría, por una vez, salirse de su torre de marfil y aceptar que estos mexicanos, estos otros en minúsculas, estamos ahí, dolientes. La justicia es, a veces, la forma del abrazo.

--crg

Sunday, April 18, 2010

MONICA DE LA TORRE EN TJ´s SEGUNDO MUNDO



MARTES 20 DE ABRIL, 7:00 PM EN EL SEGUNDO MUNDO DE TJ

My economy is not canonical.
My economy is a misfortune that recently befell me.
My economy admits foundational narratives.
My economy is language.
My economy owes something to over 4,136 dead soldiers.
My economy is the new red.

"$6.82", Public Domain, 77.

Mónica de la Torre es poeta y ensayista. Con el artista visual Terence Gower es co-autora de Appendices, Illustrations and Notes (Smart Art Press, 1999 y disponible en Ubu.com. Editó y tradujo al inglés una selección de poemas de Gerardo Deniz (Lost Roads Publishers/ Ditoria, 2000). En la ciudad de México se publicó su libro de poemas Acúfenos (Taller Ditoria, 2006). Sus libros de poemas en inglés son Talk Shows, publicado por la editorial Switchback Books en Chicago en el 2007, y Public Domain publicado por Roof Books en Nueva York. Es editora de la revista de arte y cultura BOMB desde el 2007. Es co-editora de la antología Reversible Monuments: Contemporary Mexican Poetry (Copper Canyon Press, 2002) y, más recientemente, de Malditos Latinos Malditos Sudacas: Poesía iberoamericana Made in USA (El billar de Lucrecia, 2009).

No se la pierdan. La lectura será en español.
Alguito después, ya saben.

--crg

Saturday, April 17, 2010

SARAH WOODRUFF LOOKED INTO ME ONCE



Agua contra agua: el tono y el timbre. Imposible describir la honda vacía añoranza en la voz de los pájaros. Esta infancia ocurrió en otro lugar. La luz, tan delgada como un hilo a través del ojo de la aguja estelar. Lyme REgis es un pueblo en una costa. El ulular del viento. El sabor a sal sobre los labios, en el cuello, justo en la punta de la nariz. Existe un verde que sólo es posible percibir en sueños. No hay eco sin pared, en efecto. Entonces la niña se volvió a verme: ¿todavía no recuerdas este momento?, preguntó. O dijo. Con el tiempo me hice experta en arroparme con una capa negra. Alguien cantaría en el otro extremo del mundo; alguien más elevaría la mano o la voz o la mirada. Que yo sepa Meryl Streep nunca fue pelirroja. Doblar las esquinas: el cuerpo que se va. Doblar las campanas: el cuerpo que no regresará. !Pero qué blanca luce la espuma en la cresta de las olas! Lo olvidaré, tuve que admitirlo. El acento sella la separación más larga. Al ras: dos palabras que sobrevuelan las aguas el océano. ¿Qué?, volvió a preguntar. Atolondrado es un adjetivo espectacular. Nadie te abandonó, tuve que gritar cada palabra para que me oyera. El eco: la pared: el efecto. Entender es tan posible como malentender. Un cuerpo agazapado entre nube y nube. Una esquina. Las voces viajan distancias muy largas. La infancia que me ve. Este cielo.

--crg

Friday, April 16, 2010

LA POLLERA COLORÁ Vol:1, Issue:1



|´m so +|´m so +|red, |´m so very very +|red.
did U know, did U know, that the rocks live in the dirt?
+ the girl, she was passing, she was passing,
she was passing by a rock.

+ the rock, it had a mOUth, it had a mOUther full of tEEth.
+ it was living, it was living, it was living dirt,

with its tEEth there, with its tEEth there, with its tEEth
they´re in dirt.

|+ was her mOUth, |+ was her mOUther,
+|+ was living in dirt.
+ she was +|red, she was +| red,
she was very very +|red,
with the rock that was her mOUth.

Christine Wertheim, "the dirrrrt", Mouther Poems, Feminaissance, 121.

--crg

Thursday, April 15, 2010

ALGUIEN AVANZA SOBRE LAS AGUAS, APROXIMÁNDOSE



Mi mano sabe más de mí por tocar tu nuca que por las puertas que abre hacia la tarde.

--crg

Tuesday, April 13, 2010

LA GUERRA QUE PERDIMOS I

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Como con cierta frecuencia en una taquería semiambulante que se llama El Chapo —sus tacos de cazón a la plancha no tienen rival alguno alrededor—. Entre uno y otro punto de la ciudad en la que paso más o menos dos de las cuatro semanas del mes suelo encontrarme con un par de retenes militares y todavía más de esos apresurados convoyes que nos obligan a orillarnos a la orilla (¿adónde más, puesn?). Lo de las sirenas policiacas (bueno sería que fueran de las otras) es cosa de a diario. Cuando se callan, que no es muy seguido, es que logro escuchar el sonido del mar: hosco, constante, ruido sucio. Algunos integrantes de mi familia reportan hechos todavía más alarmantes desde la otra esquina del país: toques de queda, cancelación de recreos, restaurantes vacíos, calles por las que no se atreve a transitar nadie. Todo esto es desde siempre. Un siempre definido, claro está, como desde hace una media decena de años. Un poco más. Un poco menos.

Hemos compartido el mismo cielo ya por mucho tiempo, quiero decir. Nosotros sabemos de ellos y ellos de nosotros. Entre más pasa el tiempo nosotros somos menos Nosotros y ellos menos Ellos. La permeabilidad tiene su precio. Pero pocas veces como en esta semana se me han apersonado tan de frente: en las portadas de las revistas que leo, en el área de comentarios de los periódicos que desmenuzo, en la pantalla de mi computadora. El narco. El jefe de Jefes. La plaza. Los siento, como pocas veces, aquí cerquita. Podría tratarse de un mero efecto ecfrástico, puesto que estas imágenes ya pasaron de la indiferencia a la esperanza y luego al miedo, pero el número de muertos es demasiado real. Las mujeres. Los estudiantes. Los niños, ahora. En el libro Horrorismo, una exploración de la violencia contemporánea que toma partido por la visión y la experiencia de la víctima inerme, Adriana Cavarero decide dejar de lado el glamour y la mitificación que usualmente acompaña a las acciones del guerrero. A eso no pocos le llaman una narrativa épica. Compartiendo como comparto esa postura (pocas cosas más tediosas que la mente de un asesino serial, si me lo preguntan), no puedo dejar de poner atención a la súbita cercanía mediática del narco. Recuerdo el lema de mi espejo retrovisor: los objetos están más cerca de lo que aparecen.

Siempre he sido reacia a creer en héroes de cualquier tipo, especialmente si vienen con las señas y modos de la virilidad más aparatosa (supongo que por eso no caí en el encanto de los super-héroes de cómics, en los que el único poder de las mujeres, todo me lo decía entonces, consiste en volverse invisibles o en crear campos de protección). Por eso cuando empecé a escuchar los primeros corridos o a revisar las primeras novelas con narcos como motivo mantuve una distancia que me gustaba describir como crítica. Las declaraciones que Zambada le propinó al periodista Julio Scherer y los mensajes anónimos que aparecieron en la sección de comentarios de una noticia acerca de un de facto toque de queda ocurrido en Tampico, Tamaulipas, me obligan, ahora, a volver la vista. ¿Qué país es éste, Agripina?

En lo que ha sido una estrategia mediática bien organizada, Zambada, un hombre poderoso, que explícitamente se dedica a un negocio ilícito, tuvo el buen tino de convocar a un periodista respetado para hacer un par de declaraciones importantes. Eligió bien. Se saltó a los otros periodistas, esos a los que, aunque reaccionaron con alarma y desdén ante la celebración del cronicado encuentro, pronto les sacaron sus recibitos salinistas al sol en la prensa nacional. Eligió al periodista que ya le había dedicado horas de atención a Sandra Ávila, la mujer que atravesará la historia, en parte gracias a su libro, como La Reina del Pacífico. Eligió, y se lo hizo saber en pose de anfitrión, en pose de dueño de la plaza, porque lo había leído. En un país donde el promedio de lectura al año alcanza apenas la escandalosa cifra de un libro, esta declaración no deja de tener su evocadora relevancia.

Los mensajes explícitos fueron, en efecto, explícitos: no atentó contra Calderón, el Ejército comete atrocidades, la corrupción social es lo que mantiene vivo al narcotráfico, la guerra contra el narco está, luego entonces, perdida. La realidad, para colmo de males, le dio la razón casi de inmediato: el Ejército asesinó a dos niños en la carretera Matamoros-Reynosa-Nuevo-Laredo justo el domingo de Pascua, apenas un día antes de que se publicaran sus declaraciones. Pero no es lo que declaró lo más importante de esa historia, sino lo que dijo. Porque si de lo que se trata es de no mitificar ni mucho menos engrandecer al narco —un peligro cierto en un país en que ante una legalidad percibida como ilegítima suele anteponérsele una poderosa ilegalidad— entonces habría que devolver su discurso al terrizo terreno de la tierra.

Veamos. Antes de hacer sus declaraciones, Zambada se contextualizó. Dijo: primero platiquemos. No es necesario ser un especialista en hermenéutica ni un profesional lector del entrelineado para resaltar lo que el mismo Zambada resaltó: un discurso patriarcal donde las fronteras de género además de bien definidas quedan bien desniveladas. Zambada insistió en presentarse como un hombre de familia, un patriarca al tanto de y preocupado por la suerte de su mujer, sus cinco hijos, a uno de los cuales, el primogénito por más señas, admitió “llorar”. También se expresó, aunque brevemente, de sus otras cinco mujeres, 15 nietos y un bisnieto, todos según aseguró, “gente del monte”, como él mismo. No habló, por supuesto, de las poderosas Reinas del Sur, las damas que, como Sandra Ávila, nacen dentro de sus filas y gozan, por lo mismo, de cierta permisividad y autonomía. Tampoco se refirió a las carismáticas buchonas que, como se sabe, suelen ser flores de ciudad. No habló de las que han aparecido —al menos una, en Tijuana, no hace mucho— decapitadas en la vía pública después de algún desaguisado, digamos, romántico. Una primera tentativa para desmitificar al narco tendría por fuerza que pasar por una crítica general a las nociones de masculinidad que éste reclama y alienta. Si Zambada, de manera astuta, quiso resumir su idea de lo que es un hombre de fiar en frases tales como “tiene mi palabra”, “mi esposa, 5 mujeres, 15 nietos”, “mijo”, “agricultura y ganadería”, “todos mienten”. Habría que recordar que el clima de violencia de género que se respira no sólo en la plaza de Ciudad Juárez sino en lugares donde las estadísticas son incluso más alarmantes, como en el Estado de México, están en gran parte relacionadas a las agresivas respuestas con que se reciben los reacomodos del núcleo familiar y las cambiantes conductas de género en el México contemporáneo. Carlos Carrera, con guión de Sabina Berman, supo poner esto muy bien en su cinta Backyard.

--crg

Saturday, April 10, 2010

LO QUE UNE LA SANGRE, LA TRADICIÓN, LA COMUNIDAD




[en serie "Mujeres en Lucha", Letras Libres, abril 2010]

ELVIRA ARELLANO. LOS DERECHOS DE LOS MIGRANTES
La orden de deportación que recibió Elvira Arellano el 15 de agosto de 2006 pudo haberse convertido en otro de los muchos incidentes que conforman la cruenta historia de la migración mexicana en Estados Unidos. Como tantos otros, Elvira se había internado en territorio norteamericano sin los documentos requeridos, cosa que no le impidió encontrar trabajo tanto en Oregon, donde se estableció primero, como en Chicago, adonde llegó años después ya con un hijo. Una redada entre los trabajadores del aeropuerto donde laboraba dio inicio al largo peregrinaje del que emergería como una de las líderes populares más importantes entre la comunidad hispana de Estados Unidos. Al recibir la orden de deportación, y a diferencia de muchos en su situación, Elvira Arellano se negó a regresar pasivamente a México. En lugar de hacerlo, pidió refugio en la iglesia metodista Adalberto, ubicada en el centro de Chicago, donde permaneció cerca de un año, dándole auge así al movimiento Nuevo Santuario iniciado en Illinois por el pastor metodista José S. Landaverde. Desde dentro de estas instituciones o, poco después, desde las calles de la Unión Americana o desde los espacios públicos de Tijuana, Elvira Arellano ha insistido en la urgencia de su mensaje: es necesario establecer una reforma migratoria capaz de respetar la unidad de las familias de mexicanos que se asientan, o de las familias que se forman una vez ya asentados, en Estados Unidos.

Articulada, dueña de un discurso donde el pronombre nosotros y la palabra dignidad emergen en repetidas ocasiones, Elvira Arellano no recurre a ningún tipo de sentimentalismo para expresar una y otra vez la serie de condiciones que la llevaron de ser una trabajadora manual en distintas empresas norteamericanas a una activista social que se dirige por igual a la comunidad hispana como a los miembros de los parlamentos de los dos países implicados. En control, apelando a la grandeza de su fe y la solidez de su espíritu de lucha, la voz de Elvira Arellano ha puesto en evidencia, por una parte, la compleja realidad de las familias migratorias, especialmente la frecuente y forzada separación de padres e hijos, así como el activo papel de la iglesia en el surgimiento de un movimiento que ofrece el espacio eclesiástico como un refugio para migrantes amenazados por la deportación.

Como antes lo hicieron ya con mucho éxito las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, Elvira Arellano ha utilizado estratégicamente un concepto de maternidad social para convocar tanto a los ciudadanos como a sus representantes en el Congreso para que aprueben una reforma migratoria capaz de velar por los derechos no sólo de los trabajadores sino también de las familias de las cuales forman parte. Sin oponerse al Estado, pero sí conminándolo a cumplir sus funciones como protector del bienestar y de los derechos de sus constituyentes, Elvira ha apelado a su condición de madre y de integrante de una familia para legitimar su lucha. De hecho, las imágenes fotográficas de Elvira incluyen típicamente la presencia de su pequeño Saúl, quien la acompaña tanto en escenas de intimidad familiar como en la arena pública de las marchas y las iglesias. Así, valiéndose del papel tradicional de la mujer, Elvira Arellano ha sido capaz de traer a la luz una verdad que, por obvia, suele pasar inadvertida: que la migración actual no se compone únicamente de esos varones solos que, en su búsqueda de empleo, dejan a sus familias atrás. Para que pueda reflejar la complejidad del fenómeno migratorio de nuestros días, a esa imagen convencional habrá que añadirle ahora, gracias a la lucha de Elvira, los rostros de las muchas mujeres de la clase trabajadora que cruzan la frontera ya para reconfigurar sus propios núcleos familiares en el nuevo territorio o ya para iniciar, puesto que se encuentran en edad reproductiva, sus propias familias. Tal fue el caso, de hecho, de la propia Elvira, quien concibió y dio a luz a Saúl, su único hijo, en Estados Unidos. La separación de Saúl, una posibilidad que Elvira continúa describiendo como injusta y, además, como antinatural, ha constituido la base de su rechazo a la deportación.

Como los primeros sublevados que desde el norte del país echaron a andar la Revolución mexicana de 1910, Elvira Arellano también ha afirmado atender las leyes de Dios, no las de los hombres y sus gobiernos, en su búsqueda de un trato justo y digno para las familias migrantes. Es una ley más alta a la que se atiene –eso lo ha afirmado varias veces. Como aquellos que, al seguir a Santa Teresa de Cabora, abrazaban la fe y, en base a esa fe, desconocían al gobierno, Elvira Arellano pide que “lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre”. De esta manera Elvira forma parte y prosigue con una larga tradición de lucha que se legitima a través de la apropiación popular del discurso religioso. Acaso por eso resulte lógico que haya optado por el suelo sacro de la iglesia para, desde ahí, lanzar su llamado social.

Pero cuando Elvira dejó los perímetros de la iglesia metodista de Chicago para participar en varias marchas a lo largo de California, ni el discurso de la maternidad social ni el de la religión popular fueron suficientes para detener la acción de los agentes de migración que la detuvieron el 19 de agosto del 2007, en Los Ángeles, California, justo en las afueras de la iglesia de la placita Olvera. Era ya de noche cuando Elvira llegó a Tijuana y, desde ahí, a unos pasos de los torniquetes por los que esta mujer nacida en 1975 regresaría a su país de origen, repitió su mensaje: no descansará hasta lograr la reforma migratoria que garantice la unidad de las familias migrantes.

Elvira Arellano no se ha quedado callada mientras eso sucede. De su paso por Tijuana, queda ya la Casa Refugio Elvira Arellano –una organización que acoge a mujeres deportadas de Estados Unidos mientras logran ponerse en contacto con sus comunidades o consiguen ayuda para reconstruir su vida. En funciones desde el 16 de diciembre de 2007 y ubicada en el centro de la ciudad fronteriza, la Casa Refugio provee este santuario secular sobre todo a las mujeres que, por ser deportadas de noche, corren más riesgo. Además de haber tenido audiencias con presidentes y de haber encabezado manifestaciones masivas, Elvira Arellano también se ha postulado como candidata a puestos de elección popular en su país de origen. Del otro lado del silencio que cierra las bocas de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, aunque en la misma línea fronteriza, Elvira Arellano mantiene intacta su voz para insistir en que el Estado no puede separar lo que une la sangre, la tradición, la comunidad. ~

--crg

Friday, April 09, 2010

PROGRAMACIÓN DE ABRIL EN TJ´s SEGUNDO MUNDO



Era una noche de enero cuando, botella de whisky de por medio, lo planeamos todo. Aclaro: también había comida, por supuesto. Entre la bola de amigos estábamos aquí Karla Martínez (Nortestación), Manlio Correa (Segundo Mundo) y su servidora (crg). Y que nos vamos poniendo de acuerdo así: independientes, aguerridos, contentotes. Y miren nada más el cartelazo que preparamos para abril aquí en Tijuana:

Martes 13 de Abril 7:00 pm
Carla Faesler, poeta, interdisciplinaria creadora, visualista (y visionaria), voz cantante y sonante de Motín Poeta

Martes 20 de Abril 7:00 pm
Mónica de la Torre, poeta, residente lúdica de la Gran Manzana, traductora, editora de la revista BOMB

Jueves 29 de Abril 7:00 pm
Lyn Hejinian, La Poeta.

El Segundo Mundo está en el meritito corazón de Tijuana: Calle Sexta 1909, 5o piso (casi esquina con Constitución)
Todas las autoras leen un día después en la New Writing Series de UCSD.

Vayan preparándose. Aparten fechas. Inviten amigos.

[Diseño de flyer: Amaranta Caballero].

--crg

Thursday, April 08, 2010

TO SPEAK OF MEN IS NOT TRIFLE

Ciertas partes de sus cuerpos, por ejemplo.
El rectángulo de la percepción. La ceremonia
vespertina de los cabellos. El olfato.
Algunas maneras de dormir sobre las hojas
verdes de la libreta verde.



Caminamos mucho, recuerda:
la articulación de la rodilla, el peso del empeine, la planta que es la planta de los pies.

Allá van unos hombres sobre el cuerpo de la ciudad: alguien los ve.

La risa es una cuestión de mudos códigos mutuos.
Los pasos: uno tras otro. Y las manos: otra tras una.
Braille sobre el asfalto. Punto de fuga.

Todos los seres del cielo diurno: una súbita acumulación.

El sonido entra por la nariz y sale por la boca.
Se llama proceso de alimentación. Se llama proceso de consumo.
El habla y la resurrección.

Hablar de hombres no es una cosa menor.
Ciertas partes de su cuerpo, por ejemplo.
La articulación.


Mis fusilados, dormidos en la libreta verde. Mis hombres muertos. Mis juguetes de la infancia.
Nellie Campobello

--crg

Wednesday, April 07, 2010

HORRORISMO

Cfr. Entre Medea y Medusa el gesto de la víctima. Las esquirlas.

No quiero volver a leer las palabras: “Mi hijo murió en mis brazos”.
“Mi hijo murió en mis brazos”, relató Cinthia Salazar Castillo.

No quiero volver a leer las palabras: "La bala era para mí pero mató a mi hijo".
“La bala era para mí pero mató a mi hijo”, agregó.

No quiero volver a leer las palabras: "Fueron soldados, todos uniformados".
“Fueron soldados, todos uniformados”, denunció la madre de familia.

¿Y la resurrección?

“Fueron minutos de terror, de miedo, de coraje”, repitió una y otra vez.
“Fueron minutos de terror, de miedo, de coraje”, repitió una y otra vez.
“Fueron minutos de terror, de miedo, de coraje”, repitió una y otra vez.
“Fueron minutos de terror, de miedo, de coraje”, repitió una y otra vez.

El saldo: dos niños muertos. Armas de grueso calibre. Domingo de Pascua.

La palabra: esquirla. Las palabras.
Empezaron a tirar, tirar y tirar.

Mientras la violencia invade y adquiere formas inauditas, la lengua contemporánea tiene una dificultad para darle nombres plausibles: Martín y Bryan Almanza: Nuevo Laredo-Reynosa-Matamoros.

Una ontología de la vulnerabilidad: lo que nos expone a la dependencia del otro: tanto a su cuidado como a su ultraje.

Alguien se desangra en el monte. Alguien respira, amedrentado. Alguien teme.
La palabra: esquirla. Las palabras.

Empezaron a tirar, tirar y tirar.
No quiero volver a leer las palabras "Empezaron a tirar, tirar, y tirar". No quiero la palabra inerme.

“A uno de ellos, que me apuntaba con su arma, le dijo que me matara, total que dos de mis cinco hijos ya estaban muertos”, refiere la madre.

No quiero volver a leer las palabras: "Nos seguían aventando granadas".
“Nos seguían aventando granadas”, recuerda.

La madre de familia aún presenta las huellas de las esquirlas en la cara, pecho y brazos.
La palabra inerme. El gesto de la víctima.

Dos féretros, en color blanco, que contienen los restos de Bryan y Martín, son velados en la humilde vivienda número 1135 de la calle Esfinge, de la populosa colonia Los Colorines.

Una ontología de la vulnerabilidad, condición humana que nos expone a la dependencia del otro: tanto a su cuidado como a su ultraje.

--crg

Tuesday, April 06, 2010

LOS PLANETAS MUERTOS

[en La Mano Oblicua, columna de los martes del periódico mexicano Milenio, sección de cultura]

Llegó tu novela (No tengo tiempo) y la leí y lo primero que dije al cerrar sus páginas fue: qué libro tan tremendamente triste. Ahora, meses después, me pides (Arturo Vallejo) que te explique, por escrito, la razón de ese comentario. Pueden ser miles de cosas, como bien sabes, pero señalo, al menos, las siguientes.

1) Pocas novelas, contemporáneas o no, rondan con tanta inmisericorde exactitud el mundo del trabajo. Mejor dicho, en el caso de tu novela, el mundo del post-trabajo. Lo primero que me vino a la mente al seguir las andanzas de La Chaparra, esa empleada que fríe papas en un restaurante de comida rápida especializado en hamburguesas, fue un librito feroz que una francesa escribió allá hacia finales del siglo XX. En una prosa aguerrida y dentro de una conceptualización todavía marxista, Vivianne Forrester arremete contra lo que percibe como el principal problema de la globalización: la desaparición del trabajo. El título de su infernal libro es El horror económico. Su tesis: La ferocidad social siempre existió, pero con límites imperiosos porque el trabajo realizado por el cuerpo humano era indispensable para los poderosos [...] La supervivencia de la humanidad nunca estuvo tan amenazada.[…]hasta ahora el conjunto de la humanidad tenía una garantía: era esencial al funcionamiento del planeta”. Pero ya no.

El mundo de La Chaparra es, precisamente, ese mundo del post-trabajo donde el cuerpo humano no es ya necesario para la producción y reproducción de lo real. La Chaparra es, en sentido estricto, un espectro o, aún mejor, una especie de piel-cáscara humana en un mundo definitivamente post-humano. Empleada de una cadena de no-trabajo, La Chaparra recorre a veces la sección de empleo en los periódicos para sólo encontrar oficios demenciales: demoedecanes, asistentes, repartidor de volantes: todas estas actividades que, en sentido estricto, se ubican en espacios liminales de la producción y reproducción social.

2) El paisaje de tu novela, sólo escuetamente dibujado, mejor: silueteado, es un paisaje neo-apocalíptico también. Rodeados de edificios con nombres de antiguas naciones, los espectros de la novela viajan en medios de transporte colectivo que, en lugar de avanzar, se detienen. En las zonas habitacionales donde las puertas de los edificios carecen ya de las cerraduras que alguna vez ostentaron, sus habitantes observan coches que, de manera literal, se van deconstruyendo frente a sus ojos día tras día. El color a óxido. La lluvia que se antoja radioactiva sobre todo eso.

3) No hay nombres, por supuesto, en un mundo así. Hay identificaciones efímeras. Identidades como máscaras. La Maldad. El Güero de Rancho. El Grunge.

4) El talante emotivo de ese mundo post-humano y neo-apocalíptico se parece mucho al de Párpados Azules, la ópera prima de Ernesto Contreras. En la película se entrelazan dos personajes con vidas emotivas extrañas, aunque no nulas. El empleado en quien nadie repara y la empleada que siempre pasa desapercibida se encuentran por casualidad y, en momentos de pletórico silencio, cuando la noción misma de “expresión” ha desaparecido del entorno, se enamoran. Torpes, balbuceantes, con poca capacidad para cambiar de registro (incluso de la voz, tanto su tono como su volumen), los personajes no saben cómo aproximarse, y por eso su aproximación tiene mucho de actuación. Post-expresivos, así entonces, los personajes siguen al pie de la letra un guión ajeno (de ahí que les guste tanto ver películas) para poder encontrar puntos de articulación propios. Tanto como sus cuerpos, sus emociones parecen pertenecerles si no a otros, por lo menos sí a otro tipo de mundo. Impostarse quiere decir poco aquí. La Chaparra no sabe sentir. Lo que acontece, los estímulos del entorno, penetran su esfera de percepción en una especie de anti-jerarquía radical: todo es lo mismo: lo mismo es todo: nada es. La Chaparra, que no se conecta, tampoco sufre. La Chaparra, que es un espectro que vaga por los paisajes neo-apocalípticos del mundo del post-trabajo, parece que se encuentra a sí misma en un volante donde se anuncia alguna desaparición. Cuando se acerca lo suficiente, comprueba que, incluso ahí, no se trataba de ella.

5) Se debió haber llamado Almas Muertas, como la banda de rock y como el libro de Gogol. Pero claro que eso habría sido una elección burda y obvia. Aunque de eso y no de otra cosa trata este libro: las almas muertas del mundo del post-trabajo Hago trampa aquí: ya lo platicamos y, estoy de acuerdo, el verdadero título debería ser Los planetas muertos, una frase que, siendo también parte de una canción de Rockdrigo, se las arregla para retener ecos del título de Gogol.

6) Alguna vez dije que Pedro Páramo era una novela urbana. No hay ahí, esto lo argumentaba muy atrabancadamente, ningún talante nostálgico por el mundo rural, sino una descripción acaso realista (realismo extremo), en tiempo real en todo caso, del proceso de urbanización del país y la consecuente desaparición (más que real) del ambiente rural. Los No-Muertos de Comala son producto tanto de la imaginación de Rulfo como del ascenso de la economía industrial y dependiente por la que optó el régimen priísta hacia mediados del siglo XX. Que le hayan llamado el “milagro” económico no deja de tener su tono perverso. Si Forrester tiene razón y lo que estamos presenciando es esta horrenda transición hacia un mundo post-productivo donde el trabajo ya no cuenta, entonces tendría que decir que los espectros de No tengo tiempo son productos tanto tuyos como de esa decisión horrenda que los regímenes de la globalización han ya tomado. Reveladora en este sentido es una frase acerca de Rockdrigo muy al inicio de tu novela: está muerto, ergo seguramente tendrá mucho de qué hablar (cito de memoria).

He ahí, en resumidas cuentas, la “tremenda tristeza” de tu libro. No es la tristeza personal y/o generacional de un puñado de jóvenes desorientados, sino la profunda horrenda horrísona tristeza que produce un mundo que, esencialmente, ya no nos necesita. Se trata de un mundo en el que la presencia humana en la tierra no se garantiza más. Es un mundo donde el cuerpo ha dejado de tener un papel relevante —tanto en términos de producción como de placer— y donde su cáscara, su cascajo, avanza o no en atestados medios de transporte que no llevan hacia ningún lado. La tristeza es tremenda porque es una tristeza de la especie toda. Y es nuestra.

P.S. Ver también: Lo circular de la imagen

--crg

Monday, April 05, 2010

UN EPITAFIO



When my brother died I made an epitaph for him in the form of a book. This is a replica of it. As close as we could get--este es el breve párrafo que firma Anne Carson en la parte posterior de la caja que contiene el acordión donde aparecen definiciones tomadas de un diccionario, fotografías, cartas, sobres, estampillas, letras. Corrijo: es un libro en forma de acordión que viaja dentro de una caja. Insisto: es un epitafio.

Es hasta que preguntas por algo que te das cuenta que lo has sobrevivido, asegura Carson en 1.1.

Carson, de manera característica, ya está hablando de la historia. Y lo hace porque, según explica en 1.0, "quería llenar su elegía con luz de todo tipo. Pero la muerte nos vuelve mezquinos. Ya no hay más que se pueda gastar en eso, pensamos, está muerto. El amor no lo puede alterar. Las palabras no le añaden nada. No importa cuanto trate de evocar el muchacho soñador que era, ahora es una historia rara y simple. Así es que empecé a pensar en la historia".

Cada futura definición (de la palabra per, preposición con caso acusativo, por ejemplo), cada próxima fotografía, no sólo evocará al muchacho que se fue de viaje por el mundo en busca de algo difícil de explicar, sino también al joven que perdió a una muchacha epiléptica, y al hombre que se casó dos veces, y se divorció sólo una, que dejó de escribirle a su madre por aproximadamente siete años. Y es ahí, en las fotografías del papel amarillento que pareciera de hecho existir entre los pliegues del acordión que me doy cuenta: el hermano de Anne Carson vivió en Katmandú, 3.2.

Nota ráfaga: "Lugares en el mundo donde tú y yo vimos cosas".

Y aparece, en un momento dado, el diálogo entre la autora y su hermano en la ocasión de la muerte de la madre:

"Mamá murió.
Sí, supongo que sí.
Sufrió mucho por ti.
Sí, supongo que sí.
¿Por qué no le escribiste?
Bueno, era difícil para mí.
¿Estás enfermo?
No.
¿Trabajas?
Sí.
¿Eres feliz?
No. Oh no."

Nota ráfaga: "Siempre es reconfortante asumir que hay un secreto detrás de lo que te atormenta".

Las fotografías de papel arrugado o marcado por agua o roto: todas magistrales. El paso del tiempo. El uso. La huella.

"6.1. Cuando mi hermano murió (inesperadamente) su viuda no pudo encontrar mi número de teléfono entre sus papeles sino hasta dos semanas después. Mientras yo barría mi porche y compraba manzanas y me sentaba a un lado de la ventana en la tarde con el radio prendido, su muerte avanzaba lentamente hacia mí a través del océano".

Las palabras humanas, Carson tiene razón, no tienen apagador.

--crg

Saturday, April 03, 2010

LA (NOVÍSIMA) DECANA

NOCHE Y DÍA/Reforma
Novísimas narradoras

Sergio González Rodríguez
3 Abr. 10

La primacía masculina en la narrativa mexicana la han cuestionado escritoras nuevas de calidad como Cristina Rivera Garza, Adriana González Mateos, Socorro Venegas, Guadalupe Nettel y Daniela Tarazona, entre otras. Sin sus aportaciones, que han colaborado a un nuevo perfil que transforma no sólo el lenguaje, las poéticas, los estilos, los temas, las estrategias del relato y los temas, sino también las posibilidades de la lectura y la recepción pública, sería difícil la aparición de novísimas narradores de valía.

El número más reciente de la revista Picnic, bajo el lema de "Amazonas", consigna muestras de diversas expresiones realizadas por mujeres (las rockeras Julieta Venegas y Jessy Bulbo, la artista Vanessa García, la fotógrafa Karla Holler, entre otras) y permite apreciar cuáles son las tendencias de escritura, temas y resoluciones formales de un grupo de novísimas narradoras.

Antologadas por Brenda Lozano, se presentan relatos breves de Perla Muñoz, Aura Estrada (ya fallecida), Gabriela Jáuregui, Valeria Luiselli, Regina Reyes-Heroles y Verónica Gerber.

La muestra la antecede un texto de la decana Cristina Rivera Garza, que recupera algunos cabos sueltos de su proyecto narrativo de La muerte me da (Tusquets, 2007). Cada propuesta implica desplazamientos de riqueza interesante.

En Irrupciones, Perla Muñoz elabora un texto prospectivo sobre el transcurso del tiempo, mientras en Ya alíviese Valeria Luiselli opone el trance del embarazo al desafío de la escritura. A su vez, Regina Reyes-Heroles afronta en Más que la nariz la visión retrospectiva y la infancia vinculadas al acto de leer, y Verónica Gerber entrega con Borderline una reinvención del trayecto existencial de la artista serbia Marina Abramovic.

El rescate del relato de Aura Estrada Mis días en Shangai, ya publicado en un libro suyo, sirve como hito para aproximarse a la narrativa de las novísimas narradoras: su destreza para construir dislocaciones parece resumir buena parte de la búsqueda de un territorio propio por parte de estas narradoras.

El texto que quizás ofrece, y no sólo por su mayor amplitud respecto de los otros, el acercamiento mas nítido a esta narrativa, es el de Gabriela Jáuregui titulado Poción. De sus párrafos se desprende la extrañeza de lo transitorio (el cuerpo desprendido de su condición infantil), la incomodidad adolescente, la inteligencia aguda, la revelación de los contrastes entre la subjetividad y la materia filosa que implica el mundo. En síntesis, la anomalía como observatorio de lo circundante.

Las novísimas narradores parecen descreer de las ideas heredadas y enfrentan lo inmediato desde la propia sabiduría acumulada en un vaivén entre la precocidad y la suspicacia. Asimismo, reflejan un emplazamiento irónico, lúdico, veloz y ajeno a lo superficial. Junto con otros rasgos ahora embrionarios, de los que hay atisbos y ellas descubrirán o imprimirán poco a poco en sus escritos en el futuro, se puede detectar una postura generacional a partir de dos rasgos: sentido de la metamorfosis y lo proteico, y plasticidad expresiva que tiende a fusionar poesía con prosa.

En este ultimo rumbo, que confluye con las antologadas en Picnic, resulta muy estimulante leer Datsun (UNAM, 2009) de Xitlalitl Rodríguez Mendoza (1982), un poema narrativo que se deja leer también como un relato insólito. La obra incluye dos partes más: La cajita feliz y Apuntador. Entre las páginas se distinguen piezas notables: "La tarde es el interior de una cuchara./ Por dentro/ la curvatura del movimiento/ se eriza sobre un riel y dos llantas,/ el zanco en espiral del equilibrio". La poeta nacida en Guadalajara ha escrito así un libro brillante y persuasivo como los textos ya descritos de sus contemporáneas.

--crg

Thursday, April 01, 2010

APRILIS



Mi mano tuya de ti (mía). Sin nubes, serenísima. Tu mano, prójima de mí (tuya). Sobre el hombro, tras la nuca, alrededor del cuello: la mano mía de ti (ésta).

--crg