[Roberto Cruz Arzabal sobre mi traducción al español de Notes on Conceptualisms, de Vanessa Place y Robert Fitterman, en La Tempestad] 

1
CONCEPT
El año pasado, Conaculta publicó Notas sobre conceptualismos de Vanessa Place y Robert Fitterman, traducción de Notes on Conceptualisms (Ugly Duckling Press, 2009) a cargo de Cristina Rivera Garza, una de las escritoras mexicanas que con frecuencia reflexiona sobre (y practica) los procedimientos de apropiación y desapropiación en la literatura como una forma de cuestionar las nociones de autoría, originalidad, público y productor en el ámbito literario. Escrito con una disposición similar al Tractatus de Wittgenstein, aunque con antecedentes más cercanos en textos de Charles Bernstein, el volumen es, en palabras de los autores, más una colección de apuntes y aproximaciones a la escritura conceptual que una preceptiva o un texto definitivo; por ello no resulta ajeno a la propia concepción del texto que se encuentren algunas consideraciones vagas o contradictorias, de hecho, estas contradicciones mostrarían la inestabilidad propia de la escritura conceptual, cuyo eje más importante, dejando de lado la cuestión material de los textos escritos, es mostrar las zonas grises, incluso oscuras e incómodas, en las que parecen borrarse las tensiones entre la metafísica de la autoridad y el esencialismo de lo textual.
Fitterman y Place, quien además contribuye al volumen con su ensayo “Ventosas”, ponen un especial énfasis en la noción de alegoría como un modo de la apropiación y la reconstitución del sentido de imágenes previas (tomada de Walter Benjamin a través de la lectura de Christine Buci-Glucksmann y Benjamin Buchloch); esto les permite concentrar las diversas técnicas de los conceptualismos estadounidenses en torno de la politización de las prácticas artísticas y la crítica a los principios de autoría, originalidad  y consumo en relación con el capitalismo contemporáneo.
La publicación de estas notas actualiza la crítica de la escritura contemporánea al situarla en una relación cercana pero específica con los procedimientos del arte contemporáneo. Así, permite que los tránsitos entre esferas disciplinares distintas sean también nichos de reflexión sobre éstas y sus puntos de contacto; dentro del campo literario mexicano, el volumen parece gestionar dos modos de circulación intelectual: por un lado, mantiene el diálogo, continuo pero irregular, de las escrituras mexicanas con las escuelas y prácticas poéticas anglosajonas, especialmente las experimentales; por otro, puede leerse como una base teórica para el análisis y crítica de ciertas escrituras que lindan lo que Josefina Ludmer ha llamado “literaturas postautónomas”, es decir, escrituras cuya función no es exclusivamente estética sino también política y social. Si bien las relaciones entre los conceptualismos y las escrituras de autores como Sara Uribe, Hugo García Manríquez o Román Luján, por mencionar algunos, han sido exploradas por Rivera Garza en los ensayos que conforman Los muertos indóciles, se extraña la presencia de un prólogo para esta edición, que hubiera enriquecido la recepción del texto, especialmente para distinguir entre el diagnóstico de los conceptualismos norteamericanos de Fitterman y Place y las posibilidades técnicas de éstos como prácticas alegóricas y postautónomas.